La Asociación Pensamiento Penal termina de lanzar una campaña bajo el hashtag #SALDREMOSMEJORES.
¿De qué se trata la iniciativa?
La crisis sanitaria global nos ha colocado frente a un escenario inédito con consecuencias y derivaciones que aún no llegamos a dimensionar en toda su magnitud. No me refiero estrictamente a la pérdida de vidas humanas (que es la consecuencia más drástica y total). También es preciso pensar en los cambios en los hábitos y costumbres, el modo de vinculación entre las personas, la forma en que el mundo de la política asumirá sus responsabilidades, las relaciones entre los países y un sinnúmero de cuestiones que hoy escapan a mi comprensión. En resumidas cuentas, nada volverá a ser como antes.
¡Y es de desear que nada vuelva a ser como antes!
Al menos en lo que se refiere a las peores facetas del capitalismo desenfrenado, a la dificultad de encontrar comunes denominadores, a la incredulidad que atrapa a buena parte de la sociedad, a la ausencia de proyectos que nos enamoren y nos hagan ver el futuro de un modo optimista, la falta de empatía con los que menos tienen.
Desde esta perspectiva es que pensamos (y deseamos) que la crisis global puede ser un punto de inflexión, una buena razón para corregir rumbos que indefectiblemente habrían de conducirnos al colapso: el descuido del medio ambiente, el escaso coraje cívico de afrontar con madurez y sensatez numerosos temas pendientes, la xenfobia y el racismo, las fronteras que se convierten en barreras que solo se levantan para los que más tienen, etcétera.
Dicho con otras palabras, la crisis puede convertirse en una oportunidad para el cambio.
Asomarnos al abismo de la forma que lo estamos haciendo nos dejará enseñanzas y una de las principales será (estoy convencido) que no hay salvación personal. Que la única posibilidad es que nos salvemos todos juntos, forjando una conciencia colectiva. Eso es lo que vemos por estos días, con un elevadísimo nivel internacional de acatamiento a las cuarentenas y aislamientos, con elevado nivel de consenso. La generalizada coincidencia sobre la necesidad de cuidarnos a nosotros mismos y cuidar a los demás. Valorizarnos los unos a los otros.
¿El mundo puede cambiar?
Lo desearíamos, pero no lo sabemos. Tenemos la convicción que la Humanidad superará la pandemia, como lo hizo en otras oportunidades. Ignoramos cómo será el día después. Es muy probable que el día después nada vaya a cambiar de modo radical. No compramos espejitos de colores ni creemos en los duendes. Es muy probable que los intereses económicos y financieros desenfrenados se recuperen y vuelvan a sus andanzas. Es probable que alocados líderes continúen con sus prédicas violentas y excluyentes. No podemos engañarnos a este respecto.
La propuesta es bastante más humilde: comenzar a cambiar nuestro mundo. Para vos, para mí, el mundo cotidiano es el barrio, la plaza donde llevamos a jugar a nuestros hijos, el lugar de trabajo, el bondi que tomamos para trasladarnos de un punto a otro, la cancha, la juntada de fines de semana con las amigas y amigos. Ese es el mundo que tenemos que comenzar a transformar.
Hacer todos los esfuerzos que se encuentren a nuestro alcance para despojarnos del egoísmo, de la mezquindad, de las miserias que llevamos sobre nuestras espaldas. Y comenzar a actuar con grandeza pero a la vez con humildad, con altruismo y solidaridad, escuchando a los demás. No es necesario que fundemos una ciudad o que hagamos un descubrimiento trascendente. Es suficiente con involucrarnos en alguna de las múltiples iniciativas amorosas que tenemos en los sitios donde vivimos. En una ONG, en un comedor, en una salita de salud, en la junta vecinal, en la cooperadora del hospital. Las oportunidades son múltiples y para todos los gustos. Pero lo que no podemos hacer es permanecer sentados esperando que los cambios ocurran.
Pensamos que la oportunidad es propicia para que ocurran cambios de esta índole, sin la pretensión de la unanimidad, que todos actuemos de la misma manera. Pensar el mundo de esa forma nos conducirá al fracaso de nuestras expectativas.
La filosofía oriental define la actitud que proponemos como el “efecto mariposa”. Se dice que el mero aletear de una mariposa en un punto remoto del planeta es capaz de generar transformaciones en el otro extremo. Traslademos esta reacción en cadena a nuestra cotidianeidad. Pensemos la medida en que nuestro compromiso personal, el trato amable y cordial, el escuchar a los demás, sumarnos a la iniciativa solidaria más afín a nuestro modo de ser, ayudar a los que lo necesitan y un sinfín de cosas más se convierten en una herramienta transformadora de la realidad
#SALDREMOSMEJORES